29 mayo 2009

Miguel Garro "artzaia"

Un pueblo lo hacen sus calles, casas y monumentos, sus actividades laborales e inquietudes culturales, sus fiestas, sus problemas, su pasado y sus proyectos de futuro, pero sobre todo cualquier pueblo se puede identificar, cualificar, describir y etiquetar por el carácter de sus vecinos, de las personas que día a día regalan o venden vida, energía y dinamismo. Gaztelu no es una excepción.

Vivimos tiempos de cambios, y aunque siempre ha sido así, las conductas se modifican, la forma de vivir, de relacionarse. Aparecen nuevas costumbres, desaparecen otras. Yo creo que en este tipo de asuntos, se puede afirmar tajantemente además, que si comparamos una época de la vida de un pueblo con la de cincuenta o cien años adelante o atrás, no se puede afirmar que antes era mejor o peor, si analizamos el conjunto completo, como si fuera un complejo ecosistema vivo, lo de ahora no es mejor ni peor, solamente diferente.

Y claro, entre cambio y cambio, aparecen cosas nuevas, como internet, las nuevas tecnologías o las modernas herramientas del trabajo de campo, pero también desaparecen otras, el caserío como unidad de producción autárquica o las ancestrales costumbres religiosas relacionadas con el paso de la vida a la muerte, por ejemplo.

Ya son unos cuantos años viajando por Gaztelu, monte arriba monte abajo, camino derecha camino izquierda, investigando y registrando lugares y entornos que poca gente visita y conoce. En estas "excursiones", muchas veces me llamaba la atención un personaje, un figura, un hombre, que vara de pastor en mano, pantalones de mahón, katiuskas y txapela calada hasta las orejas, siempre está en la recta de la carretera de acceso a Gaztelu, aproximadamente un kilómetro antes de llegar al pueblo.

Un ser especial, alto, fuerte, estático, como extraído de un cuento, de una novela pastoril o por qué no de acción, y además expresión e imagen sin duda de lo que algunos han llamado peligrosamente "raza vasca". Recuerda y tiene un aire a esos dibujos del perfecto "cashero" que ilustran las portadas de los primeros métodos de aprendizaje de euskera.

Pregunté a algunos vecinos del pueblo y enseguida me hice con diversas informaciones; me contaron que a pesar de su aparente imagen huraña era una persona muy accesible y abierta.

Y no me lo pensé dos veces. El 27.05.09 subí a Gaztelu en coche a las 4 de la tarde, y allí estaba, en la recta, como siempre. Paré, me bajé del vehículo con la máquina de fotos y libreta en mano le llamé por su nombre, y hablamos, hablamos cordialmente mucho los dos.

Una vez en casa y a la noche, imitando a Inazio Goikoetxea, leyendo y analizando lo anotado por la tarde, me preocupaba muchísimo que según la forma en la que presentara esa conversación podría caer fácilmente en la caricatura del personaje, que ante todo me transmitió cordialidad, cordura y calma. Es por esto, que lo vivido y hablado, todo ello muy interesante, te lo contaré en otra entrada, otro día, con más tranquilidad y espero también que con más sensibilidad.

Señoras y señores, pasen y vean, les presento a una especie en peligro de extinción, a D. Miguel Garro, el Pastor de Gaztelu, PROXIMAMENTE en este mismo blog.

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