06 abril 2009

Mi familia y..... otros animales

Los árboles, arbustos y flores, no tienen pies, no pueden correr, no se pueden escapar, cuando alguien se acerca a arrancarlos o a fotografiarlos. Los animales en cambio somos algo más escurridizos y difíciles, somos más bichos, más perversos.


No, no tengo ningún pariente que se llame Gerardo y que viva en Corfú, pero sí tuve un tío que se llamaba Leonardo y que era de Belauntza, natural del extremo más occidental del macizo de Gaztelumendi.

Leonardo sabía sí, sabía de casi todo. Era un experto pescador de río, buen deportista, profesional electrónico, excursionista habitual que anotaba las incidencias de todas sus travesías, conocía los nombres científicos de todos los hongos y setas del país, distinguía entre pottokas o potros asturcones, sabía hacer juegos de manos, contar historias del frente de Zaragoza o disertar sobre las plagas de langosta africana ante la aparición inesperada de un ortóptero, o también aleccionarnos sobre el comportamiento que deberíamos tener ante la amenaza de un ofidio venenoso.

En la última visita que hice a Erroizpe subía agobiado por un catarro mal curado, y me acordé de cómo el tío Leonardo en una reunión familiar, nos explicaba con estentórea mímica la forma adecuada de acompasar un andar ágil, con una correcta inspiración y expiración pulmonar.

Pero Leonardo tenía un defecto, él y sólo él sabía descifrar adecuadamente los mensajes del entorno, sólo él entendía el porqué más profundo de las cosas, y no era cuestión de haber estudiado más o menos, sino de que los demás no teníamos ese don innato de entender el mundo que proporciona la mezcla equilibrada de experiencia y formación intelectual de la que presumía. Nunca me escapé del tío Leonardo, sobre todo cuando llegaban los postres que cocinaba Charito su mujer, dulces, caseros y deliciosos.

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